PARA LOS ALUMNOS DE 4° Y 5° GRADO
ESCUELA 12 DE19
MAESTRO RICARDO
La dama de blanco
El joven
dobló por la calle Juncal, como todos los últimos sábados por la noche. Desde
que Lucía lo había dejado, se había vuelto su recorrido habitual. El aire que
salía de su boca se convertía en humo al encontrarse con el frío de agosto. Al
llegar a la esquina de Junín, algo lo motivó a cambiar de rumbo y unos metros
más adelante, vio a una muchacha. Llevaba un vestido de un blanco radiante. El
joven no pudo frenar el impulso de invitarla a tomar algo y darle su abrigo
para protegerla. Entraron a “La Biela”, un bar tradicional del barrio de
Recoleta. Eligieron ubicarse junto a la ventana, alejados de la gente. Él le
quitó el sobretodo a la muchacha, dejando la blancura del vestido nuevamente al
descubierto, y le acercó la silla en un gesto de caballerosidad. Se sentaron
enfrentados manteniendo la distancia que exigía la mesa. Él no sabía con qué
tema empezar la conversación. Tenía miedo de quedar en ridículo o espantarla.
Se le ocurrió que la música era un buen tema. Así se enteró de que a ella le
gustaba la música clásica y sabía tocar el piano. Cuando les trajeron el café
supo su nombre: Luz María. El joven
notó que los hombres que estaban en el bar los miraban y murmuraban. No le
pareció extraño siendo Luz María tan hermosa. Él se ofreció a acompañarla hasta
la casa y en el puesto de flores de la calle Posadas, le compró un ramo de
rosas. En el umbral de la puerta, entre miradas y sonrisas, la besó. Sintió un
escalofrío y volvió a su casa pensando en ella. Al día siguiente, decidió
sorprenderla. Tocó el timbre de su casa y una señora mayor le abrió la puerta.
Él le preguntó por Luz María y, entre llantos y gritos, recibió una respuesta
inesperada. Su dama de blanco había muerto treinta años atrás. Corrió al
cementerio sin poder creer en las palabras de aquella mujer. Los nombres
escritos en las lápidas le lastimaban los ojos. Su desesperada búsqueda llegó a su fin frente al nombre de Luz María
grabado en el mármol. Cerró los ojos porque ya no quedaba nada por ver.
Cuando el vacío del mundo se había hecho más grande, el aroma de las rosas se
hizo presente y el joven volvió a sentir el mismo escalofrío de la noche
anterior. El sereno del Cementerio de La
Recoleta declaró que era habitual, desde hacía treinta años, ver pasear a Luz
María vestida de blanco los sábados por la noche.
Leyenda urbana, versión
de Tatiana Lara Israeloff y Violeta Hadassi.
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